Por Abner Huertas
Uno de los clichés que muchos de nosotros aprendimos desde pequeños es el que nos dice: “Hay que pensar en forma positiva” o “No hay que verle el lado negativo a las cosas”; y si bien es cierto que el pensamiento positivo es bueno, también tiene ciertos riesgos que pueden ser en detrimento para nosotros. Mi objetivo es que al finalizar este artículo podamos cambiar el paradigma de lo que es el pensamiento negativo.
Muchos nos venden la idea de que debemos ser siempre optimistas, pero un exceso de optimismo es capaz de darnos una ceguera temporal a aquellas cosas que pueden llegar a salir mal o a los riesgos que implica iniciar una determinada labor, así mismo el optimismo excesivo puede provocar una confianza irreal en uno mismo; y es precisamente para evitar esa ceguera temporal o un optimismo excesivo, que es útil el pensamiento negativo.
Primero que nada, el pensamiento negativo no es lo mismo que tener una actitud negativa, punto. Ahora, ahondemos más a qué me refiero con el pensamiento negativo y en qué se puede ver su poder.
El pensamiento negativo son los procesos mediante los cuales analizamos los posibles escenarios en los cuales algo pueda salir mal. Por ejemplo, un grupo de amigos está planificando un viaje a la playa que dura aproximadamente dos horas de trayecto, asimismo se espera poder quedarse a dormir allá. Una persona que sólo tiene el pensamiento positivo se centraría en lo bien que la pasarán y en que nada podría causar que algo salga mal. Una persona con un pensamiento negativo (más no una actitud negativa) es aquella que empieza a hacer preguntas como:
- ¿Qué pasa si pinchamos una llanta durante el camino?¿Llevamos llanta de repuesto?
- ¿Qué sucede si al llegar no encontramos un hotel dónde quedarnos?
- ¿Llevamos un botiquín de primeros auxilios por si algo pasa?
- ¿Llevamos todos un teléfono celular por si nos perdemos?
- ¿Qué hacemos si al lugar al que vamos no aceptan dinero en efectivo?
El pensamiento negativo tiene como fin primordial cuestionar las situaciones para encontrar cuáles podrían ser los posibles causantes de que un plan salga mal. ¿La diferencia con una actitud negativa?, es que ésta última se centra en que nada es posible de que tenga un final positivo dadas las causas negativas identificadas.
En otras palabras podemos agregar que el pensamiento negativo lo que busca es estar preparado por si una situación no deseada ocurre. Los resultados del pensamiento negativo se puede resumir en planes de contingencia, por ejemplo, nadie construye un edificio para que este se incendie, pero el pensamiento negativo se pregunta ¿Qué hacemos si el edificio arde en llamas?, esa pregunta conlleva a la elaboración de un plan para que estén preparados por si tal evento ocurre.
Como resumen concluimos que la actitud siempre es importante, y tanto pensar positivamente como negativamente, equilibradamente nos permite alcanzar nuestras metas. El pensamiento positivo nos da la visión, pero es el pensamiento negativo el que nos ayuda a poner los pies sobre la tierra y nos marca los posibles peligros para que estemos preparados por si llegaran a ocurrir.
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