lunes, 7 de diciembre de 2015

Madurar es intencional



Por Abner Huertas




En una ocasión una persona me dijo: «Envejecer es inevitable; madurar es intencional». Si lo pensamos con detenimiento, nos daremos cuenta de cuán cierta es esta frase. Hay muchas personas jóvenes con un grado de madurez mayor que personas mayores; aunque siempre esperaríamos que esto fuese al revés: las personas mayores ser más maduras que las jóvenes.

Existen varios factores que determinan nuestro grado de madurez, entre estos podemos mencionar nuestras experiencias y nuestro aprendizaje; aunque estas dos son parte fundamental de nuestra madurez, no siempre hacen a una persona madura.

Considero que antes de seguir necesitamos definir primero qué es una persona madura. Una definición en la que podemos pensar es: «Una persona madura es aquella capaz de pensar en los resultados de sus acciones, tomando la responsabilidad de éstos. Una persona madura es aquella que es capaz de comprender los sentimientos de las demás personas sin forzar a los demás a pensar o sentir como ella. Una persona madura es aquella que ha formado su propia filosofía para tomar el control de su vida».

Vamos hilando. El aprendizaje y las experiencias no determinan el grado de madurez, pero si son un componente clave. Mientras vamos envejeciendo, vamos adquiriendo nuevas experiencias y conocimiento, pero no significa que vayamos madurando. El conocimiento nos puede volver “cabezones” y las experiencias podrían convertirse solo en recuerdos. 

¿Por qué te digo que la madurez es intencional? Si leemos de nuevo el concepto de una persona madura, nos encontraremos con las siguientes palabras clave: responsabilidad, comprender, filosofía y control; en algún momento de nuestra vida tendremos que tomar la decisión de ser responsables de nuestra propia vida,  de ser comprensivos,  de formar nuestra filosofía de vida, y como resultado: tomamos el control de nosotros mismos;  claro está, que lo que hemos vivido y aprendido serán las herramientas para nuestra madurez. La madurez es intencional, tú decides madurar o no.

En otras palabras, podemos saber cuando una persona es madura por el grado de responsabilidad y control que tiene sobre su propia vida; pero hace falta un ingrediente más: sanidad del corazón. Una persona madura es aquella que ha logrado tomar el control de su vida con un corazón sano. 


¿Estás tomando, de forma intencional, el control de tu vida? De 1 a 10, ¿Qué calificación le das a tu grado de madurez?

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domingo, 1 de noviembre de 2015

Antes de aconsejar, ¡escucha!



Por Abner Huertas




Cuando piensas en una persona con quien te gusta platicar y contarle tus problemas; ¿Qué tiene de especial esa persona? Quizá puedas decir que es alguien quien siempre está dispuesto a escuchar o que es alguien con quien puedes platicar; pero en definitiva esa persona tiene una característica especial: sabe escuchar.

Escuchar es un don. Escuchar es una habilidad que se puede desarrollar. Escuchar requiere que seamos muy maduros para ver desde la perspectiva de la otra persona, pero no todas las personas saben escuchar.

¿Por qué es tan difícil saber escuchar? No saber escuchar demuestra una falta de interés en conocer los sentimientos o sentir de la otra persona. Cada ser humano tiene una percepción del mundo; cada persona define el mundo de acuerdo con su propia interpretación; por esto muchas veces consideramos que nuestra interpretación o definición del mundo es la correcta, y de alguna forma inconsciente, queremos imponerla porque la definición de los demás está errada.

Imponemos nuestra percepción del mundo cuando damos consejos no solicitados; cuando juzgamos el actuar de alguien más sin interesarnos por cuáles fueron los causales; y cuando forzamos a alguna persona a actuar de la misma forma en la que nosotros lo haríamos. Una persona que no sabe escuchar rara vez se detendrá a pensar cuál es la situación real que está viviendo la otra persona.
Algunas frases típicas de quienes no saben escuchar son: 
  1. ¿Es que ya sé lo que me vas a decir?; mira, lo que tienes que hacer es lo siguiente. 
  2. Es que vos sos de mente cerrada.
  3. Como tienes que pensar es de esta manera…


 Así y otras más —sin considerar los sermones no solicitados—, pero la característica principal es que nunca dejan que la otra persona se desahogue. Una persona que no se esfuerza por escuchar se asemeja a un psíquico quien pretende saber por lo que la otra persona esté pasando, hablará bonito pero al final la otra persona sigue sintiéndose igual.

¿Te familiarizaste con alguna de las frases anteriores? ¿Te consideras una persona que sabe escuchar? Todos buscamos a alguien que nos escuche en algún momento de la vida. Una persona que sabe escuchar, es como un oasis en el desierto, porque hay un lugar donde podemos evacuar lo que hay dentro de nosotros. ¿Eres tú un oasis en el desierto?, ¿o cuando las personas que se acercan contigo terminan sintiéndose sermoneadas?, un «sermón» no solicitado.

Ahora seamos francos: saber escuchar es una habilidad que no todos poseen; saber escuchar requiere coraje porque te fuerza a que pongas a un lado tus emociones para poner en primer lugar a la otra persona. Saber escuchar requiere de un esfuerzo intencional para prestar atención sin juzgar, criticar ni condenar y podríamos decir también: sin sermonear.

Los consejos son buenos y ayudan, pero cuando son solicitados. Un consejo no solicitado pasará de largo. Lo curioso es que cuando una persona se siente escuchada, estará más abierta a escuchar un consejo. Lo primero es liberar lo que la hace sentir atada.


Mi invitación es que te conviertas en un oasis en el desierto. Saber escuchar es una habilidad que se puede desarrollar, pero es para valientes. ¿Eres un valiente?



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sábado, 3 de octubre de 2015

Autoaceptación contra autoestima



Por Abner Huertas





Por varios años pensaba en que debía mejorar mi autoestima. Pensaba en que tenía que mejorar mi persona para sentirme bien conmigo mismo; y esto está bien, sin embargo, hay algo que he llegado a valorar que le da más importancia: la autoaceptación.

En este artículo intentaré hacer una separación entre la estima y la aceptación. Son dos palabras poderosas en la vida de cualquier persona. Cada una tiene la fuerza para hacernos crecer, pero una tiene más valor que la otra.

Empecemos por la autoestima. De acuerdo con el diccionario, la autoestima es el cariño que se siente por uno mismo. Muchos líderes espirituales, han dado valor al aprender a amarse a uno mismo. Esto es valioso para nuestra vida, sin embargo, hay pequeños detalles que pueden no desarrollarse si buscamos solo la autoestima. Imagina a una persona que nació con alguna capacidad diferente, podríamos decir que está fuera de lo «normal» en sociedad, si se busca solo la autoestima, en nuestra mente podría estar el ser una persona normal, y esto ocasionaría otros problemas.

La autoaceptación es diferente. El diccionario le da varias definiciones, podríamos tomar la siguiente: aprobar, admitir y/o dar por bueno. ¿Qué quiere decir esto? Cuando decidimos aceptarnos a nosotros mismos, tal y cual somos, aprobamos nuestro ser. En el caso que mencionamos en la autoestima, la autoaceptación es aceptar que nacimos diferentes; esto en algún momento resultará en autoestima.

Quiero hacer una aclaración: cuando existen ciertas conductas, comportamientos, formas de pensar, entre otras, que sabemos es necesario cambiarlas, hay que cambiarlas. La aceptación nos ayudará a dar un punto de partida: “Acepto que soy una persona enojada, pero quiero cambiar”. La autoaceptación no es aceptar que soy como soy y NO voy a cambiar, al contrario, es lo que nos da el impulso para cambiar. Cuando no hay autoaceptación, caemos en lo que llamamos la auto-justificación. Justificamos el porque somos como somos.


Volviendo al punto central. Antes de la autoestima, viene la autoaceptación. Para poder tenerte cariño a ti mismo, primero tienes que aceptarte tal y como eres. Busca primero aceptar tus cualidades, tus defectos y las cosas que puedes y debes cambiar. Poco a poco irás desarrollando tu autoestima. Ambas van de la mano, pero primero acepta quien eres y como eres.

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La cura contra los prejuicios




Por Abner Huertas





Una de las características que tenemos como seres humanos, es la de emitir juicios hacia otras personas; en estos no es raro que sean juicios erróneos, en especial negativos. Ha estas opiniones las llamamos prejuicios, que es el hecho de tener una opinión, sobre algo o alguien, con pocas o nulas evidencias.

 Previo a continuar, veamos algunos ejemplos de la vida diaria, sobre situaciones donde hacemos prejuicios, lee cada caso y emite una opinión con la primera impresión que te dan:
  • Vas caminando por la calle y ves a un hombre caer al suelo con las manos sobre el pecho.
    • ¿Qué piensas si el hombre va vestido con ropa vieja y rota, pareciera que es un indigente?
    • ¿Qué piensas si el hombre va vestido con un traje formal, pareciera un ejecutivo?
  • Ves a una mujer que está con sus hijos, ellos están haciendo mucho alboroto, ella no les dice nada.
  • Una persona con sobrepeso te dice que le gustaría ser delgada. Ese día la ves ordenando una hamburguesa para comer.

Analicemos el primer caso. Sin que nos demos cuenta, o quizá sí, preferiríamos ayudar a una persona que va con traje que a una que va con harapos.

En el segundo caso, al ver a los niños molestando y gritando podría hacer pensar que la mujer no está atendiendo a sus hijos, y podríamos llegar a juzgarla como una madre que no les pone límites o no los cría bien.

En el tercer caso podríamos pensar que la persona obesa no logrará bajar si sigue comiendo y que es una descuidada.

En los casos anteriores, nos enfocamos en ver solo la situación del momento. Si te dijera que la persona que va con traje es un estafador y ladrón, y que la persona que va con harapos es alguien que acaba de huir de un secuestro… ¿cambiaría tu perspectiva para ayudarle? Y si te dijera que la mujer acaba de salir del hospital con la noticia que su esposo acaba de fallecer… ¿cambiaría tu perspectiva? Y si te dijera que la persona con sobrepeso padece de una enfermedad en la tiroides y además es depresiva… ¿cambiaría tu percepción sobre ella? Toda opinión cambia cuando conocemos el contexto.

¿Cómo se producen estos prejuicios? Queramos o no, siempre emitiremos prejuicios. Los prejuicios son parte de nosotros, se forman desde que somos niños. Los psicólogos sociales nos dicen que los prejuicios se forman a partir de esquemas de pensamiento que aprendimos durante nuestro desarrollo a la edad adulta. Los prejuicios son automáticos, vemos a una persona y de forma inmediata la describimos basándonos solo por lo que vemos: su vestimenta, su forma de hablar, el color de su piel, su cabello, etc.

Los prejuicios son uno de los principales causantes de la discriminación, del racismo y de la intolerancia. Cuando conoces a una persona, sin darte cuenta, te formas un concepto de ella con solo verla; si los conceptos que nos formamos son buenos, podemos llegar a sobrevalorarlas, pero si son malos, tendemos a rechazar a la persona. Los conceptos que creamos de los demás, son muy difíciles de erradicar, por eso a veces rechazamos a alguien por el simple hecho de que «nos cae mal» y en ocasiones no sabemos el porqué. 

Veamos otros ejemplos de los prejuicios. Un mes después de un ataque en un mercado kosher en parís,  y después del ataque a Charlie Hebdo, Zvika Klein realizó un experimento. En un período de tiempo de diez horas vistió un kipá —una pequeña gorra para cubrir la cabeza— y salió a las calles. Klein experimentó el racismo, muchas personas lo insultaban y algunos llegaban a escupirle. Todo por la forma en la que vestía. 

En mi país —Guatemala— se relata la siguiente historia que ocurrió varías décadas atrás: En una venta de camiones entró un indígena a quien llamaremos José. Los vendedores al ver a José se hicieron los desentendidos. José iba vestido con su traje típico, llevaba con él un morral —una bolsa de hombros típica—, él veía para todos lados esperando que alguien lo atendiera. Al fin, unos de los vendedores fue y le preguntó en qué le podía servir. José le preguntó el precio del camión que estaba viendo, el vendedor le dijo que costaba 80,000 quetzales —precios de aquella época—, José caminó al rededor del camión y le dijo al vendedor «me lo llevo». El vendedor quedó impresionado, luego le preguntó como iba a pagar, José le dijo que en efectivo, y sacó de su morral el dinero. Resultó que José era un comerciante importante del departamento donde vivía.

Como puedes ver, tanto en la historia de Klein como en la de José, las personas a su alrededor emitieron prejuicios por su forma de vestir, por su raza y quizá hasta por su religión. Entonces ¿cuál es la cura contra los prejuicios? La respuesta es muy sencilla: empatía. Quizás hayas escuchado lo que es la empatía, pero leamos lo que nos dice el diccionario:

«Participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona»

En otras palabras, podemos evitar las consecuencias los prejuicios cuando nos preocupamos por la otra persona, en especial cuando no la conocemos. En los casos anteriores, el de la persona que cayó con las manos en el pecho, la mujer con sus hijos y el hombre con sobrepeso; podríamos preguntarnos ¿qué me haría a mí actuar de esa manera? Y en la historia de Klein y de José, podríamos preguntarnos ¿cómo me gustaría a mí que me trataran si estuviera en su lugar?


Sinteticemos. Los prejuicios son opiniones que formamos de otras personas sin tener alguna razón —real—  que los justifique mas que por su forma de vestir, religión, cultura, etc.; los prejuicios son algo que puede nacer de forma natural de nosotros como seres humanos, pero es algo que puede causar un daño emocional y hasta físico hacia la otra persona por los efectos discriminatorios, racistas y de intolerancia. Podemos controlar los prejuicios si mostramos empatía para con los demás.

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domingo, 6 de septiembre de 2015

La Auto-Justificación



-Por Abner Huertas



Hace ya muchos años, inicié a escribir un pequeño libro; quería publicarlo de forma gratuita. El tiempo pasaba, y no había forma en que lo publicara. En una ocasión, una amiga me preguntó sobre ese libro, en ese momento recordé que le había contado sobre ese proyecto. A mi mente vinieron varias respuestas: no tengo tiempo, no me he sentido con ánimo de hacerlo o uno de mis favoritos: tengo mucho trabajo.

La verdad era diferente: había sido perezoso en su publicación; este listado de argumentos no es más que una justificación. En el contexto del que te hablo, sobre la publicación, la justificación viene a ser esa traicionera de los sueños; viene a ser el ungüento que nos «sana» la herida de no hacer o decir algo; la justificación, mal empleada, es la excusa que nos impide hacer lo que decimos vamos a hacer.

¿Alguna vez has dicho que vas a hacer algo y después no lo haces? Al igual que yo, sé que te ha sucedido. Ahora, una pregunta muy interesante: ¿Cuál es tu justificación del porqué no lo hiciste? Cuando existe una justificación válida, sabemos el porqué no lo hicimos, sin embargo, cuando esta justificación se convierte en un mar de mentiras que nos decimos a nosotros mismos, entonces se convierte en nuestra enemiga.

No es mi intención hacer de la justificación la mala de la película porque no lo es. El papel que desempeñe lo damos nosotros. La justificación puede construir, pero al mismo tiempo puede destruir. Quizá muchas veces utilizamos la justificación como un medio de defensa contra nuestra propia pereza, ahí es donde la justificación nos destruye.

Cuando nuestros actos tienen una justificación sólida, entonces es capaz de construir. Espero no haberte confundido, al menos no mucho, pero veámoslo de otra forma: quizá lo más difícil es determinar si nuestra justificación es válida, es midiendo las consecuencias. 

Si nuestra justificación es solo para solapar nuestra haraganería, es una mala justificación. Si nuestra justificación tiene base fundamentada en evitar otras consecuencias: es una buena justificación.

En mi caso, ¿Qué tipo de justificación crees que di cuando me preguntaron por el libro? Mi justificación no tenía sentido, era una mala justificación porque solo me evitaba hacer lo que decía tenía que hacer.

Por eso considero, a manera personal, que es importante que pongamos en duda los motivos de nuestras justificaciones, puede ser que sean para solapar nuestra responsabilidad, pero si es para evitar consecuencias que sabemos serán malas… entonces tendremos una buena justificación.

¿En qué situaciones tus justificaciones han sido buenas?

¿En qué situaciones tus justificaciones han sido malas?


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Foto cortesía de FreeDigitalPhotos.net y Stuart Miles 

sábado, 1 de agosto de 2015

Una Historia de Coraje



En esta oportunidad no seré yo el que escriba. Invité a Marlon Fajardo, para que nos relate su historia de vida, una historia de coraje que te dará el deseo de luchar por salir adelante. Sin más que decir, te dejo con Marlon.

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En el año de 1995  tenía 20 años, con carro del año y un noviazgo de 4 años con una persona a quien amaba, y con quien quería casarme; ese año  fui internado en un sanatorio médico por un resfriado severo que venía acompañado de fiebre alta.  El médico responsable, quien era mi médico de cabecera,  me indicó que la condición ameritaba internarme; él había detectado que  mi presión alta era bastante inusual para alguien de mi edad, además, me dijo necesitaba realizarme algunos exámenes de laboratorio para determinar la causa de este síntoma.

Después de algunos días, vinieron los resultados de los análisis, en los cuales se encontró un problema llamado: «Proteinuria», una condición que produce exceso de proteínas y sangre en la orina.  Otros estudios le siguieron a este en un lapso de 2 años, en los cuales encontraron que tengo un problema renal llamado: Glomeruloesclerosis focal y segmentaria.

Fui de médico en médico, buscando una explicación al origen y cura de este tipo de enfermedad. En las  primeras etapas es una enfermedad silenciosa, es decir, no presenta mayores síntomas, a excepción de la hipertensión.

En cuatro años no encontré respuesta. Llego un día en que fui internado para que me realizaran un tratamiento a base de esteroides; en mi cama había oxígeno y otras precauciones médicas que no recuerdo, esto era para que a la hora de un paro cardiaco o respiratorio, los médicos pudieran responder ante una emergencia.

Pasé en el sanatorio treinta días. El día que me dieron de alta  estaba muy hinchado y con cuarenta libras de más.  Era otra persona físicamente.

Aquí devino una desgracia para mi vida.   Mi novia me abandonó. Esto me deprimió muchísimo.  Me sentía solo y con un problema de salud crónico. Los médicos fueron claros en decirme que es una enfermedad que no tiene cura;   los esteroides solo ayudarían a retrasar el proceso de la enfermedad.

Fue pasando el tiempo. Después de estar costeando los tratamientos por lo privado,  empecé a sentir el peso económico.  Tuve que recurrir al seguro social.

Esto no está de más decirlo:  ¡es un calvario!, ¡una pésima atención!,  el tiempo de espera y las largas filas para obtener tan solo diez minutos de atención de un médico, que solo lee tu expediente y ni siquiera te ve la cara cuando te habla. Te dan  unas recetas con medicamentos que son de pésima calidad, y que muchas veces… están escasas.

Pase diez años haciendo esto: citas y laboratorios, médicos buenos y malos; observaba cada vez más mis exámenes de laboratorio con aumento de niveles tóxicos en mi cuerpo, por el resultado del Glomérulo Esclerosis focal y segmentaria: Insuficiencia Renal Crónica.

Llegué a tal punto que la función renal se degradó a un 10%. Ya no era posible mantener dicho nivel de toxinas en el cuerpo.   La única salvación: la diálisis.

Durante cinco años compartí mi vida con una persona con quien tuve un hijo,  pero la Insuficiencia Renal Crónica empezó a hacer estragos en mi rendimiento,  me mantenía pálido y agotado por la anemia, fui despedido de varios trabajos por los constantes permisos y me quede sin dinero.  Enfermo y pobre, perdí a la persona que estaba conmigo, llevándose a mi pequeño hijo de dos años de edad.

Estaba tan frustrado,  solo en mi casa, sin la capacidad de poder pensar adecuadamente. La anemia reduce la transmisión de oxígeno al cerebro. Estaba  sin un centavo y solo.

Ya no quería vivir, no tenía sentido mi existencia, me defraudaba tanto ver que la mayoría de los portales de trabajo adonde enviaba mi CV jamás me respondían; los pocos centavos que me daban mis padres no me alcanzaban para sacar fotocopias y pagar parqueos que tenía que llevar a entrevista, y cuando calificaba para una, pasaba la mayoría de los filtros, a excepción del examen médico.

Déjame decirte algo: no me rendí jamás, ¡ni me rendiré!;  ahora a pesar de no tener anemia renal, mi enfermedad pasó a una fase terminal; es inminente un trasplante, no tengo donantes, y vivo aferrado a la diálisis que me da un día más de vida cada día.  Sigo trabajando e insistiendo en levantarme temprano para  luchar por mi vida,  mi motivación es mi hijo, porque quiero un buen futuro para él.  Al fin conseguí un trabajo donde gano el salario mínimo.

Soy licenciado en Administración de Empresas, con un master en Análisis y Administración de la Confiabilidad,  y curso además un Master en Administración Financiera.   Gasto lo mínimo y paso manutención, y estoy a cargo del vestuario, estudios, salud y diversión de mi hijo.  Apenas queda un poco para mi persona.

Quiero darte un mensaje: ¡Lucha por favor! ¡ Lucha por lo que amas!; cuida tu salud porque ésta… no tiene precio.  Los centavos se estiran si sabemos administrar nuestro dinero.

Existen muchas formas de salir adelante, solo es cuestión de voluntad y fe en el creador.

Marlon Fajardo


Ladrones de Emociones



Por Abner Huertas




Imagina por un momento que vas en tu auto por una de las avenidas principales de tu país. Es un hermoso día, vas sonriente mientras escuchas tu estación de radio favorita. A pesar de que el transito está «pesado», tú vas contento. De pronto alguien viene detrás tuyo y comienza a tocar la bocina como si estuviese «loco», enciende las luces altas con la clara señal que quiere te apresures. 

La persona que viene manejando detrás tuyo, sin medir el peligro se cruza al siguiente carril para rebasarte. Al pasar a la par tuya, baja su vidrio, te comienza a insultar y a decirte groserías; en ese momento, tú adrenalina sube y le contestas. Te acaban de robar, no algo físico, sino te acaban de robar una emoción, la alegría que tenías unos pocos minutos atrás.

La persona quien te maltrató, quizá sin darse cuenta, es un ladrón de emociones; este tipo de ladrones tienen una diferencia con los ladrones «tradicionales» que te quitan tus pertenencias, tú puedes decidir entregar o no tu emoción. 

Cuando hablamos de un ladrón de emociones, nos referimos a aquellas personas que quitan de ti una emoción que te hace sentir bien, por otra emoción que te hace sentir mal, en otras palabras tu felicidad puede ser cambiada por enojo; o te sientes con ánimos de hacer algo y te cambian la emoción por negatividad. 

En el ejemplo del inicio es un caso donde la felicidad es cambiada por enojo; si lo meditas te darás cuenta de que es un enojo irrelevante. Lo curioso es que el ladrón de la emoción te quitó la felicidad porque tú la entregaste, es decir, podrías haber visto el enojo de la otra persona y no hacer caso. Los ladrones de emociones solo intentan cambiar una emoción positiva por una negativa, pero el que en realidad la cambia eres tú.

Muchas veces entregamos nuestras emociones alegres a ladrones de emociones sin saber que podemos negarnos a entregarlas. Imagina este otro escenario: cuando la persona se posiciona a la par tuya y baja el vidrio para maltratar, tú solo le dices adiós y continuas con tu estación de radio como si nada hubiera pasado. En este caso, el ladrón de emociones no cumplirá su cometido, quizá inconsciente, pero lo más importante es que tú conservarás tu alegría del momento.

¿Quiénes son estos ladrones de emociones? ¡Somos todos! En algún momento tú y yo nos hemos convertido en ladrones de emociones. Piensa en este escenario: un amigo nos cuenta sobre un proyecto, él está alegre por lo que va a iniciar; nosotros lo que hacemos es comenzar a señalar todas las razones por las que su idea no funcionará. Le hemos robado; le quitamos su emoción.

Las formas en las que robamos emociones son con palabras y/o acciones. Una palabra puede tener el poder de robar las emociones alegres a otra persona. Una acción, que podría ser un gesto, también tiene el poder de robar la alegría. Imagina que vas emocionado o emocionada con tu pareja y la abrazas, el o ella no devuelve tu abrazo, te ha robado tu emoción; ¿Y si somos nosotros los que no devolvemos el abrazo? Entonces, nos hemos convertido en ladrones de emociones.

Siempre habrá alguien quien de forma inconsciente nos quiera robar nuestras emociones, pero ahora sabemos que nosotros tenemos la decisión de entregarla, y quizá de lo que más nos tenemos que cuidar es de no convertirnos a nosotros mismos en ladrones de emociones.



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lunes, 6 de julio de 2015

Lo positivo del "Lado Oscuro"



-Por Abner Huertas





En la escuela del pueblo estaban los alumnos de bachillerato. Se encontraban haciendo los preparativos de su seminario. Faltaban cuatro semanas para terminar. Uno de los estudiantes se llamaba Jorge, un muchacho de complexión delgada, retraído, andaba casi siempre con la mirada hacia abajo. 

A Jorge rara vez lo escuchaban hablar. En su casa sus papás tenían predilección por su hermano Luis. Jorge tenía la idea de que él no servía para nada, después de todo, sus padres y hermano se lo recordaban cada día. “No soy capaz de hacer esto.” Pensaba Jorge al ver en su mano el tema a exponer el día del seminario. Sus compañero pensaban que Jorge lo echaría todo a perder.

El día del seminario llegó. Faltaba poco antes de comenzar cuando recibieron la noticia de que el alumno que tendría que dar el tema central estaba gravemente enfermo. No podría llegar. Ante la noticia todos se veían. ¿Quién va a pasar?, nadie quería. Todos voltearon a ver a Jorge, él había ayudado a investigar el tema central, “Qué pase él”, dijo uno de su compañeros. 

Jorge se levantó y pasó al micrófono. Después de quince minutos Jorge seguía hablando, con sus gesticulaciones y entonación estaba cautivando a la audiencia. Los compañeros estaban asombrados, nunca habían escuchado a Jorge hablar en público. 

Treinta minutos después, Jorge terminó su disertación. Los padres de familia se levantaron para aplaudir. Jorge se quedó de pie sin poderse mover, con los ojos abiertos se dio cuenta de que hasta ese momento se puso nervioso. “¡¿Yo hice eso?!”, se preguntó.

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¿Cuántas veces has creído que no puedes hacer algo y después te das cuenta de que eres excelente en ello?, el caso de Jorge es el de muchas personas que creen que no tienen talento.

Lo que Jorge descubrió fue su Lado Oscuro. Quizá mi querido lector me preguntarás: “¿No es en el lado oscuro donde están las cosas malas?, la respuesta es sí y no.

De la misma forma en la que ocultamos cosas negativas en nuestro lado oscuro, también podemos ocultar nuestros talentos y habilidades de los ojos de los demás. ¿Cuánto talento hay oculto en ti esperando salir?

En el caso de Jorge, la influencia que ejerció su familia lo obligó de forma inconsciente a esconder su talento para la oratoria. Su forma de ser introvertida también ayudó a afianzar la creencia de esta falta de talento. Eso sin contar que sus compañeros de clase tampoco lo consideraban bueno para algo.

Solo bastó una oportunidad para que el lado oscuro de Jorge viera la luz del día. Dentro de él, su talento luchaba por demostrarle al mundo sus habilidades.  Tú tienes talentos que quizá estén escondidos, están encerrados esperando que les des la oportunidad de dejarlos en libertad.


Llegarás a conocer tus talentos ocultos el día en que te des la oportunidad de conocer más tu lado oscuro.

iDeo®
2015
Foto de cortesía de freedigitalphotos.net

Lo negativo del "Lado Oscuro"



-Por Abner Huertas




Roberto y Alejandra son recién casados. Fueron novios durante más de cinco años. Desde que inició el romance, Roberto siempre demostró con detalles lo mucho que ama a Alejandra. Durante el primer año, Roberto acostumbró a llenar con detalles a Alejandra, le enviaba flores, le compraba chocolates y le escribía poemas. Las amigas de Alejandra le decían que la envidiaban por haber encontrado al hombre “perfecto”.

A los pocos meses de estar casados, sucedió un hecho inimaginable para muchos. Roberto le pegó a Alejandra. Ninguno de los amigos podía creer lo que ocurrió. Al preguntarle a Alejandra lo sucedido, ella  les contó que todo empezó el día que se  encontró con un antiguo novio. Antes no había ocurrido. “Quizá mi error fue saludarlo. Yo tengo la culpa.”, Comentó Alejandra, “Pero solo lo saludé por educación.” Agregó. Las amigas consolaban a Alejandra mientras se acumulaban pañuelos desechables humedecidos en la mesa.

Por su parte Roberto se veía anonadado. Él no puede creer que haya tenido ese comportamiento agresivo. Jamás en cinco años de noviazgo le había lanzado un golpe a Alejandra, “¿Por qué lo hice?”, se preguntaba. Sus amigos, al igual que las amigas de Alejandra, estaban pasmados de la acción cometida por Roberto. Roberto sólo les podía decir: “¡No entiendo por qué lo hice!”

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Todos tenemos una personalidad que mostramos a las personas que nos rodean. Algunos le llaman «máscaras»; éstas representan la manera de comportarnos de acuerdo con el grupo en el que participamos en un momento dado.  Debido a estas «máscaras», nuestra forma de ser varía cuando estamos con: amigos, familia, compañeros de trabajo, entre otros; pero existe una en especial, de la cual trataremos, la cual es la que no mostramos a nadie. Nuestro lado Oscuro.

Si alguna vez te has dicho: “No entiendo porque actué de esa manera.”, O “No era yo cuando lo hice.”, Es posible que sea tu lado oscuro el que está en acción. Entremos a más profundidad: el Lado Oscuro es esa parte de nosotros donde se ocultan aquellas cosas que no deseamos hacer públicas; éstas pueden ser: pensamientos, actos cometidos en el pasado, rencores almacenados, cosas que nos avergüenzan, entre otras.

Analizando el caso de Roberto, su lado oscuro hizo su aparición al momento de ver a su esposa saludar a un antiguo novio. En ese instante a su memoria vino un recuerdo de su adolescencia, la fecha fue un 13 de septiembre cuando una antigua novia lo dejó por otro hombre. Él no lo recordaba, pero ese día se dijo a sí mismo que el día en que otra mujer le quisiera jugar la misma pasada, él la golpearía.

El tiempo pasó y Roberto lo olvidó. Excepto su lado oscuro. Esa personalidad que se oculta tras la sombra, es la responsable de un perdón inexpresado que tomó el control de Roberto; hizo a un lado sus valores para hacerle actuar de una manera que no se lo esperaba. 

¿Qué diferencia habría si Roberto tuviese la consciencia de su lado oscuro?, ¿Cómo abrían  sido los acontecimientos si Roberto hubiese perdonado a su antigua novia?, creo que tú y yo lo podemos responder: no hubiera golpeado a su esposa.

Todos tenemos un lado oscuro donde acumulamos deshechos como la falta de perdón, heridas y sentimientos no expresados; al descuidarlo las consecuencias son fatales.

La consciencia de la existencia de este lado oscuro, nos obliga a indagar qué tenemos almacenado ahí. Hace tiempo escribí un artículo llamado: “Tira tu basura emocional”. En el artículo comentaba la importancia de desechar lo que corrompe nuestro ser interior. La única forma de ser libre de esta basura: es sacarla. ¡No nos convirtamos en acumuladores de basura!

¿Hay alguna forma de eliminar tu lado oscuro?, no, el lado oscuro es parte de ti. Además en nuestro lado oscuro también hay cosas positivas. Lo que sí podemos hacer es aprender a convivir con nuestro lado oscuro. Necesitamos aprender a conocernos, a identificar qué podemos guardar y qué debemos desechar.

Antes de que tu lado oscuro te domine, desecha todo aquello de lo que se pueda aprovechar para controlarte.

iDeo® 
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Foto cortesía de freedigitalphotos.net

lunes, 29 de junio de 2015

Tres lecciones que he aprendido a mis 36 años



-Por Abner Huertas






En la vida hay dos eventos que todos compartimos y compartiremos: todos nacimos y todos moriremos; lo que hay en medio de estos dos acontecimientos es lo que llamamos: vida. 

Nuestra vida está llena de momentos agradables, otros no. Algunos tendremos la dicha de vivir en un lugar de oportunidades, otros no. Algunos comparan la vida como una montaña rusa, en la que hay subidas y bajadas. Otros lo comparan como una cordillera, en donde hay momentos que nos sentimos en la cima de la montaña, pero también hay valles de desesperación en los que sentimos desfallecer. Ambas metáforas nos dan una idea clara de lo que es vivir: la vida es dinámica y no siempre nos dará lo que queremos.

A los 36 me siento satisfecho por muchas cosas que he logrado, pero también puedo decir que aún tengo muchas cosas más por hacer de las cuales espero tener vida para lograr, o al menos intentar alcanzarlas. He cometido infinidad de errores, de los cuales de muchos me arrepiento, de otros no. 

A los 36, sé que aún falta mucho por aprender, sé que mi ignorancia avanza más rápido de lo que aprendo. A pesar de que hoy soy más ignorante de lo que fui ayer, quiero aprender y saber más cada día; esto podría parecer negativo, al contrario, saber que cada día hay algo nuevo por aprender, da un impulso y sentido a vivir.

¿Qué lecciones nuevas he aprendido durante este año?, son varias, pero quiero compartir contigo tres lecciones que he aprendido a los 36 años.

Lección # 01: El principio que te da paz: La coherencia

Muchos hemos escuchado hablar sobre la coherencia. Sabemos que es actuar en consecuencia con lo que se dice, piensa y hace. La coherencia es un principio que no se puede eliminar si queremos tener paz mental, pero también puede ser difícil de desarrollar.

Una de las cosas por las que podemos llegar a sufrir,  por gusto, es por tratar de agradar a los demás, ceder nuestras decisiones a otros o hacer lo que otros quieren; éstas pueden llegar a desarrollar dentro de nosotros ansiedad o depresión, en donde el causante es la incoherencia. Muchas veces no estamos de acuerdo y actuamos opuesto a lo que sentimos, eso es incoherencia y nos da como resultado intranquilidad.

Cuando estamos en sincronía con todo nuestro ser, por dentro estaremos en calma. Mientras más actuamos de forma forzada por solo querer agradar  a los demás, o por aparentar algo que va en contra de lo que sentimos en nuestro interior, nos convertimos en un prisionero de nuestra propia mente. No sentiremos  paz.

La coherencia tampoco significa decir todo lo que pensamos, con eso podemos lastimar sin necesidad. Ser coherente es ser libre de ser quien somos sin tener la necesidad de agradar a los demás. La persona más importante con quien podemos de verdad estar en paz, es con nosotros mismos. Cuando sentimos que vamos a hacer algo pero nuestra mente dice otra cosa… tenemos dos decisiones, ser coherentes o incoherentes.

Lección # 02: La vida es como un rollo de papel…

Esta lección da risa por la connotación que tiene, pero encierra una gran verdad. “La vida es como un rollo de papel; mientras más se va aproximando al centro, más rápido siente uno que se acaba”

Recordemos cuando éramos niños, veíamos los años pasar con lentitud; decíamos frases como: “¿Cuándo se acabará el año?, ¡¿Hasta diciembre es navidad?!”, “¡Falta mucho para que sea adulto!”; mientras vamos creciendo estas frases van cambiando: “ni sentí cuándo terminó el año”, “¡¿Tan rápido llegué a esta edad?!“. Así es la vida, como un rollo de papel. Cuando menos lo sentimos nos estamos  aproximando al centro del rollo ¿Qué estamos haciendo con cada día de nuestra vida?

Cada año veo la importancia de aprovechar cada momento. No sabemos cuándo será el día o la hora en que hemos de dejar de existir. Imaginemos que hemos llegado a los noventa años de edad: ¿Sentimos  que nuestra vida ha valido la pena?, ¿Sentimos que hemos aprovechado cada momento de nuestra vida?, ¿Nos sentimos realizados?

Por eso, a mis 36 años quiero vivir y disfrutar cada momento. Mi forma de disfrutar la vida podrá ser diferente a la tuya. Encuentra la forma en la que disfrutes la vida antes que cada vez que le des una vuelta al rollo de papel sientas que estás dando las últimas vueltas.

Lección # 03: Soy el único responsable de mis emociones

¿Cuántas veces hemos culpado a alguien diciéndole que nos hizo enojar o nos hizo sentir tristes?, Hay situaciones en las que transferimos la responsabilidad de  nuestras emociones a otras personas, lo hacemos con expresiones como: “Solo tú me haces feliz”, “Tú hiciste que yo me sintiera mal”, entre otras. Es cierto, las palabras de los demás, y las nuestras, contribuyen a la manera en la que nos podemos sentir, sin embargo, la responsabilidad de cómo nos sentimos es nuestra. No de alguien más.

Somos nosotros los que permitimos sentirnos mal, somos nosotros los que decidimos ser felices. La felicidad externa es bonita, pero es mucho mejor la felicidad que decidimos tener. Como discurría antes, en la vida tendremos días malos, y aún en esos días somos dueños de nuestras emociones.

Una palabra hiriente, contribuye a que nos sintamos mal, pero el sentimiento es nuestro, por lo que la responsabilidad de manejarlo o de permitirle que continúe, también es nuestra. Culpar a otra persona por la manera que nosotros nos sentimos es una irresponsabilidad, porque lo que nace de nuestros corazones es de nuestra propiedad, no de esa persona.

Nuestras emociones son nuestras, así de simple.











lunes, 1 de junio de 2015

Tu legado digital



Por Abner Huertas


¿Alguna vez has buscado tu nombre en internet? Es un experimento interesante, intenta buscarte. Mucha de tu información de las diferentes redes sociales, correos, chats, entre otros, están guardadas y durarán por muchos años.

Hace casi dos años escribí un artículo llamado “Reputación en Línea”; en éste artículo relataba la historia de Darla quien escribió en su cuenta de Facebook y de Twitter un comentario racista. Hoy tuve la curiosidad de buscar a esta persona de nuevo, ¿Sabes? sus comentarios aún aparecen en internet, las respuestas que le dieron, su foto, e inclusive los conocidos “memes” que le hicieron, la respuesta de las empresas en las que había trabajado donde se desligaban de toda responsabilidad, todo esto todavía está en la red.

Hasta cierto punto esto es tenebroso. Cualquier cosa que “colguemos” en la red puede quedar grabado para siempre. Un comentario, aunque bien intencionado pero sea mal interpretado, puede volverse viral en cuestión de minutos. Quizá te has percatado de esto con los videos, alguien sube un video a una red social y en cuestión de minutos le da la vuelta al mundo, algunos con millones de visitas. 

El año pasado, 2014,  estuvo viral un video  llamado “El Gato Volador”; era de una persona que aparecía lanzando un pequeño gato por el aire, al igual que con el caso de Darla, tuve la curiosidad de ver si el video aún se encuentra en internet. Lo encontré en cuestión de un minuto, aparecía hasta dos veces, ambos videos  sumaban casi veinte mil vistas. Lo último que supe de esa persona fue que la despidieron de su trabajo. No sé que será de esa persona al día de hoy, lo que sí sé es que ese video lo podrían llegar a ver sus futuros empleadores e inclusive sus futuros hijos si lo llegan a buscar por internet.

Sin ir más lejos. Busque mi persona por internet. Encontré muchas cosas que ni recordaba, mi antiguo perfil de una red social que cayó en obsolescencia y algunas fotos. También, y me da pena, encontré comentarios que realicé hace años, algunos que ahora me pregunto por qué los hice, y bueno asimismo vi algunos comentarios con una falta de ortografía que ahora me daría mucha vergüenza.

Nuestra vida hoy en día está en internet, casi podríamos decir que depende de éste. ¿Podrías pasar un día sin internet? ¿Una semana?. El tipo de  privacidad que disfrutaron nuestros padres ya no existe, ahora nuestra vida está en la web casi a la vista de todos. Volvamos por un momento a la historia de Darla y del “Gato volador”. Quiero pensar que ambos se arrepintieron de lo que hicieron, pero por infortunio de la vida… internet no lo olvidará.

En varios artículos sobre el legado, incluyendo los que yo he escrito, se hace esta pregunta que nos invita a reflexionar: “¿Qué dirán de ti el día que mueras?”; pues bien, ahora esta pregunta tiene que cambiar ligeramente: “¿Qué dirán de ti cuando te busquen por internet?” en otras palabras: ¿Cuál es tu legado digital?

Créeme que no es muy difícil averiguar información de una persona por internet. En algunos casos será más sencillo que en otros, pero siempre se encuentra algo de información: fotos, comentarios, videos, inclusive mensajes que le has enviado a tus anteriores parejas, si tienes multas, etc. Todo está en internet. Con solo checar tu perfil en de las redes sociales, se puede saber si eres una persona coherente. He conocido casos de personas que en entrevistas de trabajo afirman que no beben alcohol, pero al buscarlas en internet aparecen con una botella de alcohol en sus manos. No digo que eso sea malo, solo digo que no hay coherencia.

También es cierto que ninguno de nosotros es perfecto. Cometemos errores, y alguno de esos quedan también guardados en internet, pero cuando se convierte en un constante almacenamiento de cosas negativas, tarde o temprano te afectará a ti o a tu descendencia. 

Imagina por un momento: lo que estás subiendo a internet el día de hoy, ¿Qué dirán tus hijos dentro de 10 o 20 años? ¿Se sentirán orgullosos?

El legado ya no solo es lo que construyes físicamente o moralmente para tus hijos o para los que te rodean. El legado ahora incluye una parte digital, porque internet no perdona. Tienes un Legado Digital.

Quiero dejarte con una pregunta: ¿Qué legado digital estás construyendo el día de hoy que valga la pena «googlear» el día de mañana?

iDeo ®
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Imagen cortesía de FreeDigitalPhotos.net (Winnond)

Cinco leyes del acondicionamiento físico



Por Abner Huertas



En los últimos seis años he tenido la oportunidad de trabajar fuera del país; lo cual me ha dado uno de los mayores retos: hacer ejercicio; esto es algo que me gusta y en este tiempo he aprendido que sí se puede llevar una vida con ejercicio y comer bien.

Seamos sinceros, todos queremos los frutos del ejercicio y la buena alimentación, pero pocos están dispuestos a pagar el precio. He conocido muchas personas que me han dicho que quieren verse delgadas, atléticas o sencillamente sentirse bien con ellas mismas. Lo curioso es que saben cómo lograr el objetivo, pero no lo hacen.

En este artículo quiero conversar contigo sobre cinco leyes del acondicionamiento físico; mismas que he aprendido a lo largo de estos años. Sé que existen tentaciones en la comida, que uno quiere descansar en lugar de ir a un gimnasio, pero seamos sinceros queremos vernos mejor pero sin hacer nada. Al final de este artículo conocerás que, si quieres verte mejor, lo puedes lograr. 

Antes de iniciar ten presente que es bueno consultes a tu médico antes de iniciar una rutina de ejercicios o alguna dieta.

Ley #01 - Eres lo que comes

Así de sencillo, tú eres lo que comes; esto fue una de las primeras cosas que aprendí, y sé que tú lo sabes también, pero nos gusta que nos lo recuerden. Si pudiéramos cuantificar la importancia de lo que comemos, podría decirte que lo que comemos tiene un 80% de importancia, el resto es el ejercicio que tú haces.

Una de las primeras cosas que uno aprende es a comer. Sé que has escuchado que no existe dieta milagrosa, y te lo confirmo, no existe dieta milagrosa. ¿Qué es lo que mejor se adapta a ti?, esa pregunta te la responde mejor un nutricionista, pero si puedo decirte que puedes hacer mejores elecciones al comer: preferir carnes blancas a la parrilla, vegetales cocidos, panes integrales, disminuir el consumo de azúcar, etc. 

El mayor reto para el acondicionamiento físico es la comida. Cuida lo que comes.

Ley #02 - El sueño es importante

Es importante tener un buen descanso. Es en el sueño donde nuestro cuerpo se recupera, descansa nuestro cerebro y nuestras fuerzas se restablecen. En cualquier tipo de ejercicio que hagas siempre te dirán que debes descansar.

Juan Carlos Sierra en su estudio “Calidad Del Sueño En Estudiantes Universitarios: Importancia De La Higiene Del Sueño”, nos indica: La importancia de una buena calidad del sueño no solamente es fundamental como factor determinante de salud sino como elemento que propicia una buena calidad de vida. La calidad del sueño no se refiere únicamente al hecho de dormir bien durante la noche, sino que incluye también un buen funcionamiento diurno (un adecuado nivel de atención para realizar diferentes tareas).”

La privación de sueño tiene efectos negativos en nuestra vida, por eso siempre ten un buen descanso. Don Norman en su libro “The design of everyday things”, nos relata como la industria de la aviación reconoce la importancia del descanso. ¿Te subirías a un avión si sabes que el piloto no ha dormido durante 24 horas? Creo que la respuesta es «no», correrías muchos riesgos. Así mismo, cuando nos privamos del sueño corremos otros tipos de riesgos que afectarán nuestra salud.

Ley #03 - La disciplina supera la motivación

¿Quieres verte mejor? Haz deporte. ¿No te sientes motivado? Haz deporte. En mi libro “El crecimiento de un líder” comento sobre la importancia de la disciplina sobre la motivación. No siempre nos sentiremos motivados a querer hacer algo, somos seres humanos y habrá días en los que no tengamos el deseo de ejercitarnos, aún así, hazlo.

La disciplina va más allá de sentirme bien para querer hacer algo. La disciplina es la que genera el hábito. Si esperas a estar de humor para empezar, quizá te quedes sentado esperando a que llegue el humor. 

La solución es sencilla: ¿Quieres tener mejor acondicionamiento físico?, levántate y haz ejercicio, tengas o no tengas motivación.

Ley # 04 - Puedes ejercitarte dondequiera que estés

Esta ley es mi favorita. Casi siempre me dicen: “Pero es que no tengo gimnasio cerca”, “No tengo equipo”, “En el hotel al que voy no hay gimnasio”, así continúan. Recordemos esta frase: «Cuando quieres hacer algo, encontrarás la manera; de lo contrario encontrarás una excusa»

En mis viajes he tenido la oportunidad que haya gimnasio en muchos hoteles, pero han habido muchos donde no hay, ¿Qué hago en esos casos?, si la zona es tranquila, salgo a correr; si hay algún gimnasio cerca, pago la semana; de lo contrario llevo una cuerda para saltar y un equipo portátil y hago ejercicio dentro de la habitación; hay muchas rutinas que puedes hacer dentro del cuarto sin tener equipo.

Si en realidad quieres hacer ejercicio, encontrarás la manera de lograrlo.

Ley # 05 - Cuídate de la TV

En la televisión abundan las máquinas milagrosas: “Con solo 5 minutos al día, usted tendrá el cuerpo que siempre soñó”.

Lograr tus objetivos del acondicionamiento físico requiere disciplina y tiempo. Si has pasado décadas de descuido, no esperes lograr tu meta en poco tiempo. Sé disciplinado. Lo lograrás, pero tienes que empezar y continuar. Verse bien es un estilo de vida. 

Las ventas por televisión tienen claro una cosa: La mayoría de las personas que quieren verse mejor, lo quieren hacer sin esfuerzo. Cuántas personas compran estos productos para arrepentirse a los pocos días. 

Verte bien, requiere esfuerzo, disciplina, comer bien, dormir bien, entre otras cosas. 

En conclusión:

Somos lo que comemos, la comida es lo más importante que hay que cuidar. Un buen sueño nos ayuda a reparar nuestro cuerpo y mente. La disciplina, y no la motivación, es lo que te mantiene en camino. Te puedes ejercitar dondequiera que estés, si lo quieres hacer encontrarás la manera. Por último, recuerda que para verte bien es con disciplina y no con “equipo mágico”.


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