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Preguntas y exclamaciones sin el símbolo de apertura, el uso exagerado de anglicismos —palabras que provienen del inglés—, comprimir las palabras para formar términos inexistentes, entre otras, son algunos de los horrores en la forma de escribir que veo en el día a día en correos o en documentos entre profesionales.
La influencia de los anglicismos a adulterado la riqueza de nuestro idioma, tanto al escribirlo como al hablarlo. Es común leer en correos y en la publicidad oraciones que tienen palabras en inglés que bien podrían escribirse en español. Veamos algunos ejemplos:
- «El Brain storming es una herramienta eficaz para encontrar…»
- «Hay que enviar un meeting para la reunión que tenemos con el sponsor»
- «Ya averiguaste lo que te pedí???»
- «Al final del workshop haremos un wrap up»
- «No se preocupe, tenemos un Project Manager»
Muchas veces se utilizan palabras en inglés para sonar más cool, para que nuestro interlocutor tenga la idea de que estamos diciendo algo de verdad importante, porque con palabras en inglés el producto tiene mejor apariencia, entre otras.. ¿Para qué vamos a decir «hagamos una sesión de ideas» cuando se oye mejor, perdón, se oye más cool, hagamos un «brain storming»?
Hablar con términos propios de idiomas extranjeros cuando existen términos en español equivalentes solo porque da una apariencia de más elite, de erudición, de que uno tiene un mejor conocimiento en la materia o porque se oye más bonito es —en mi opinión— una falta de apreciación por la belleza que da nuestro idioma, o quizás es el desconocimiento de los recursos que nuestra lengua materna tiene a disposición.
Solo cuando de verdad no existe una traducción al español —como en los lenguajes de programación o nombres de productos— o es un nombre propio, entonces sí se permite el uso del nombre en el idioma extranjero. Aunque la RAE tiene equivalencias para el uso de nombres extranjeros; además de que existen reglas para su uso.
Así mismo, el uso inadecuado de los signos de interrogación y de admiración es otra muestra de la prevalencia que viene del inglés. Basta con ver los comentarios y publicaciones en las redes sociales para detectar que son pocas las personas que utilizan el signo de apertura y cierre cuando escriben una pregunta o hacen una exclamación. Es común ver comentarios cómo: «Qué hiciste?» Cuando lo correcto es: «¿Qué hiciste?». O, algunos comentarios como: No te creo!!! Cuando lo correcto es limitar el número de símbolos de exclamación, así tendríamos: ¡No te creo! La regla gramatical de utilizar solo el símbolo de cierre aplica solo para el inglés.
Un recurso inadecuado que se utiliza es el de la compresión de las palabras. Escribir «X» en lugar de «por», o «k» en lugar de «que». Uno de mis favoritos —y en el que me declaro culpable también, pero estoy en el proceso de eliminarlo— es en el uso de los famosos «ok» o el «pls». No pretendo decir que sea incorrecto utilizar estos últimos, solo quiero que apreciemos nuestro idioma.
Existen otros horrores adicionales relacionados con la ortografía y redacción, pero por el momento reflexionemos sobre la forma en la que estamos valorando nuestra lengua materna al hacer una mezcla exagerada de anglicismos.
Hablar y escribir el español correctamente es una obligación para quienes lo aprendimos de forma nativa. Saber hablar inglés —y bien— también es importante, pero cuando hablamos en español es en español, y cuando hablamos en inglés es en inglés. Los idiomas son el sonido de la cultura, son el representante de una nación. Durante los últimos dos años he estado aprendiendo japonés un idioma diferente que me ha enseñado a otorgarle más valor al español.
Decir que soy un experto o un «gurú» en el idioma, es mentir, pero sí he aprendido a apreciar el acaudalado tesoro que tiene nuestro idioma. Por ello tengo en mi haber diccionarios y tesauros. También he cometido, cometo y cometeré faltas de ortografía y de redacción, como todos, pero siempre le doy prioridad al español. A menos de que esté escribiendo en inglés.
Creo que por estar en contra del uso de anglicismos me llamaron en una ocasión: «El defensor de Cervantes».
Por Abner Huertas
2018