sábado, 1 de agosto de 2015

Una Historia de Coraje



En esta oportunidad no seré yo el que escriba. Invité a Marlon Fajardo, para que nos relate su historia de vida, una historia de coraje que te dará el deseo de luchar por salir adelante. Sin más que decir, te dejo con Marlon.

-------------------------



En el año de 1995  tenía 20 años, con carro del año y un noviazgo de 4 años con una persona a quien amaba, y con quien quería casarme; ese año  fui internado en un sanatorio médico por un resfriado severo que venía acompañado de fiebre alta.  El médico responsable, quien era mi médico de cabecera,  me indicó que la condición ameritaba internarme; él había detectado que  mi presión alta era bastante inusual para alguien de mi edad, además, me dijo necesitaba realizarme algunos exámenes de laboratorio para determinar la causa de este síntoma.

Después de algunos días, vinieron los resultados de los análisis, en los cuales se encontró un problema llamado: «Proteinuria», una condición que produce exceso de proteínas y sangre en la orina.  Otros estudios le siguieron a este en un lapso de 2 años, en los cuales encontraron que tengo un problema renal llamado: Glomeruloesclerosis focal y segmentaria.

Fui de médico en médico, buscando una explicación al origen y cura de este tipo de enfermedad. En las  primeras etapas es una enfermedad silenciosa, es decir, no presenta mayores síntomas, a excepción de la hipertensión.

En cuatro años no encontré respuesta. Llego un día en que fui internado para que me realizaran un tratamiento a base de esteroides; en mi cama había oxígeno y otras precauciones médicas que no recuerdo, esto era para que a la hora de un paro cardiaco o respiratorio, los médicos pudieran responder ante una emergencia.

Pasé en el sanatorio treinta días. El día que me dieron de alta  estaba muy hinchado y con cuarenta libras de más.  Era otra persona físicamente.

Aquí devino una desgracia para mi vida.   Mi novia me abandonó. Esto me deprimió muchísimo.  Me sentía solo y con un problema de salud crónico. Los médicos fueron claros en decirme que es una enfermedad que no tiene cura;   los esteroides solo ayudarían a retrasar el proceso de la enfermedad.

Fue pasando el tiempo. Después de estar costeando los tratamientos por lo privado,  empecé a sentir el peso económico.  Tuve que recurrir al seguro social.

Esto no está de más decirlo:  ¡es un calvario!, ¡una pésima atención!,  el tiempo de espera y las largas filas para obtener tan solo diez minutos de atención de un médico, que solo lee tu expediente y ni siquiera te ve la cara cuando te habla. Te dan  unas recetas con medicamentos que son de pésima calidad, y que muchas veces… están escasas.

Pase diez años haciendo esto: citas y laboratorios, médicos buenos y malos; observaba cada vez más mis exámenes de laboratorio con aumento de niveles tóxicos en mi cuerpo, por el resultado del Glomérulo Esclerosis focal y segmentaria: Insuficiencia Renal Crónica.

Llegué a tal punto que la función renal se degradó a un 10%. Ya no era posible mantener dicho nivel de toxinas en el cuerpo.   La única salvación: la diálisis.

Durante cinco años compartí mi vida con una persona con quien tuve un hijo,  pero la Insuficiencia Renal Crónica empezó a hacer estragos en mi rendimiento,  me mantenía pálido y agotado por la anemia, fui despedido de varios trabajos por los constantes permisos y me quede sin dinero.  Enfermo y pobre, perdí a la persona que estaba conmigo, llevándose a mi pequeño hijo de dos años de edad.

Estaba tan frustrado,  solo en mi casa, sin la capacidad de poder pensar adecuadamente. La anemia reduce la transmisión de oxígeno al cerebro. Estaba  sin un centavo y solo.

Ya no quería vivir, no tenía sentido mi existencia, me defraudaba tanto ver que la mayoría de los portales de trabajo adonde enviaba mi CV jamás me respondían; los pocos centavos que me daban mis padres no me alcanzaban para sacar fotocopias y pagar parqueos que tenía que llevar a entrevista, y cuando calificaba para una, pasaba la mayoría de los filtros, a excepción del examen médico.

Déjame decirte algo: no me rendí jamás, ¡ni me rendiré!;  ahora a pesar de no tener anemia renal, mi enfermedad pasó a una fase terminal; es inminente un trasplante, no tengo donantes, y vivo aferrado a la diálisis que me da un día más de vida cada día.  Sigo trabajando e insistiendo en levantarme temprano para  luchar por mi vida,  mi motivación es mi hijo, porque quiero un buen futuro para él.  Al fin conseguí un trabajo donde gano el salario mínimo.

Soy licenciado en Administración de Empresas, con un master en Análisis y Administración de la Confiabilidad,  y curso además un Master en Administración Financiera.   Gasto lo mínimo y paso manutención, y estoy a cargo del vestuario, estudios, salud y diversión de mi hijo.  Apenas queda un poco para mi persona.

Quiero darte un mensaje: ¡Lucha por favor! ¡ Lucha por lo que amas!; cuida tu salud porque ésta… no tiene precio.  Los centavos se estiran si sabemos administrar nuestro dinero.

Existen muchas formas de salir adelante, solo es cuestión de voluntad y fe en el creador.

Marlon Fajardo


Ladrones de Emociones



Por Abner Huertas




Imagina por un momento que vas en tu auto por una de las avenidas principales de tu país. Es un hermoso día, vas sonriente mientras escuchas tu estación de radio favorita. A pesar de que el transito está «pesado», tú vas contento. De pronto alguien viene detrás tuyo y comienza a tocar la bocina como si estuviese «loco», enciende las luces altas con la clara señal que quiere te apresures. 

La persona que viene manejando detrás tuyo, sin medir el peligro se cruza al siguiente carril para rebasarte. Al pasar a la par tuya, baja su vidrio, te comienza a insultar y a decirte groserías; en ese momento, tú adrenalina sube y le contestas. Te acaban de robar, no algo físico, sino te acaban de robar una emoción, la alegría que tenías unos pocos minutos atrás.

La persona quien te maltrató, quizá sin darse cuenta, es un ladrón de emociones; este tipo de ladrones tienen una diferencia con los ladrones «tradicionales» que te quitan tus pertenencias, tú puedes decidir entregar o no tu emoción. 

Cuando hablamos de un ladrón de emociones, nos referimos a aquellas personas que quitan de ti una emoción que te hace sentir bien, por otra emoción que te hace sentir mal, en otras palabras tu felicidad puede ser cambiada por enojo; o te sientes con ánimos de hacer algo y te cambian la emoción por negatividad. 

En el ejemplo del inicio es un caso donde la felicidad es cambiada por enojo; si lo meditas te darás cuenta de que es un enojo irrelevante. Lo curioso es que el ladrón de la emoción te quitó la felicidad porque tú la entregaste, es decir, podrías haber visto el enojo de la otra persona y no hacer caso. Los ladrones de emociones solo intentan cambiar una emoción positiva por una negativa, pero el que en realidad la cambia eres tú.

Muchas veces entregamos nuestras emociones alegres a ladrones de emociones sin saber que podemos negarnos a entregarlas. Imagina este otro escenario: cuando la persona se posiciona a la par tuya y baja el vidrio para maltratar, tú solo le dices adiós y continuas con tu estación de radio como si nada hubiera pasado. En este caso, el ladrón de emociones no cumplirá su cometido, quizá inconsciente, pero lo más importante es que tú conservarás tu alegría del momento.

¿Quiénes son estos ladrones de emociones? ¡Somos todos! En algún momento tú y yo nos hemos convertido en ladrones de emociones. Piensa en este escenario: un amigo nos cuenta sobre un proyecto, él está alegre por lo que va a iniciar; nosotros lo que hacemos es comenzar a señalar todas las razones por las que su idea no funcionará. Le hemos robado; le quitamos su emoción.

Las formas en las que robamos emociones son con palabras y/o acciones. Una palabra puede tener el poder de robar las emociones alegres a otra persona. Una acción, que podría ser un gesto, también tiene el poder de robar la alegría. Imagina que vas emocionado o emocionada con tu pareja y la abrazas, el o ella no devuelve tu abrazo, te ha robado tu emoción; ¿Y si somos nosotros los que no devolvemos el abrazo? Entonces, nos hemos convertido en ladrones de emociones.

Siempre habrá alguien quien de forma inconsciente nos quiera robar nuestras emociones, pero ahora sabemos que nosotros tenemos la decisión de entregarla, y quizá de lo que más nos tenemos que cuidar es de no convertirnos a nosotros mismos en ladrones de emociones.



iDeo®
2015
Fotografía cortesía de freedigitalphotos.net y ChapinPipat