sábado, 24 de septiembre de 2016

¡Cuidado con la ansiedad!



Por Abner Huertas

Designed by Asierromero - Freepik.com

En el año 2005, Pedro recibió una notificación en la cual le indicaban que tenía una deuda con el banco de la localidad. La nota indicaba que debía pasar a hacer efectivo su pago en los próximos siete días, antes de que el asunto se fuera por la vía legal. Al leer aquella notificación, Pedro sintió que su corazón comenzó a latir a prisa, su respiración se hizo rápida; él no se percató pero sus ojos se dilataron. Pedro comenzó a sufrir un ataque de ansiedad.

Pedro dejó la nota sobre su escritorio para intentar no pensar en ella, pero en realidad, aquellas palabras se hacían presentes en cada minuto. Una voz que le decía que la policía podía llegar en cualquier momento, en su mente veía que su familia le señalaba y le decía que era un defraudador.

Pedro no esperó más tiempo, salió de su casa hacia el banco para pagar. Al llegar a la ventanilla entregó la nota y el dinero para pagar. Al salir del banco, Pedro se sintió aliviado; pero hay un pequeño detalle… Pedro no se dio cuenta de que pagó la deuda de otra persona, es decir, de otro Pedro.

¿Qué fue lo que le ocurrió a Pedro? Lo que le sucedió fue que dejó que la ansiedad tomara la decisión en lugar de analizar la situación. Muchas veces nuestras decisiones son para evitar tener el sentimiento de ansiedad.

Cuando la ansiedad gobierna nuestro sentir, se convierte en una mala consejera para tomar decisiones. Cuando tenemos el sentimiento de que nuestra pareja está siendo infiel porque está con una amistad del sexo opuesto, podemos llegar a cometer locuras. Rollo May en su libro sobre El Sentido de la Ansiedad, nos expresa que el sentimiento de la ansiedad puede llegar a provocar enfermedades por el simple hecho de dar importancia a cosas que no existen.

¿Qué podemos hacer? Lo primero es aprender a detectar cuando nos sentimos ansiosos, una vez lo detectamos podemos respirar y forzarnos a meditar en qué otras explicaciones podrían existir. Unas horas de sueño ayudan a nuestra mente a relajarse para pensar mejor; pero si sientes que no puedes controlar tu ansiedad, lo mejor es que busques ayuda profesional con un psicólogo.

Así que ya lo sabes, cuida de que no sea la ansiedad la que tome las decisiones porque terminarás con resultados indeseados. 

Por cierto, a Pedro le devolvieron su dinero, por fortuna él tuvo suerte.

Derechos reservados 2016

domingo, 14 de febrero de 2016

La paradoja de Abilene: el peligro de seguir al grupo



-Por Abner Huertas



Cuenta una historia que estaba una familia jugando a las cartas, el padre les dice —Tengo hambre, ¿qué comemos?— ninguno le respondió —vamos a comer a Abilene, ¿qué dicen?— todos se ven entre sí. La hija le dice que le parece una buena idea, y voltea a ver a su marido, quién le dice que le gustaría ir, pero que solo si su mamá quiere. La mamá mira a cada uno y les dice que le parece una estupenda idea.

Siendo casi las cinco de la tarde, salen para Abilene un pequeño pueblo a unos noventa kilómetros. Al regresar de cenar, de haber recorrido casi 180 kilómetros y ser casi las nueve de la noche, van a descansar a la sala.

—¿Saben? La verdad hubiera preferido quedarme en casa— les dice la hija.
—¿Quedarnos?— le responde su marido —yo hubiera querido lo mismo— los suegros lo voltean a ver.
—Entonces ¿por qué dijiste que sí?— le pregunta su esposa.
Porque tu mamá quería ir— él voltea a su suegra.
Yo tampoco quería ir— le dice la suegra con los ojos abiertos —solo acepté porque pensé que querían ir y no pretendía arruinar el momento— un corto silencio inunda la sala.
Yo tampoco quería ir— les dice el papá —hice la propuesta como broma, pero al ver que se emocionaron no quise retractarme.

Todos se quedaron por unos segundos en silencio, de pronto comenzaron a reír. Ninguno quería ir, pero todos fueron. ¿Qué sucedió?

La historia anterior es conocida como «La paradoja de Abilene»; como pudiste leer, trata de una familia que “decide” ir a comer a un lugar, pero que en realidad ninguno quería ir. ¿Es posible que hagamos algo que no queremos? Esta historia demuestra que sí, y en realidad es más a menudo de lo que imaginamos.

La paradoja de Abilene existe en diferentes ámbitos de nuestra vida, siendo específico, en nuestros grupos sociales; lo interesante de ésta, es que es más habitual de lo que podríamos imaginar, y al mismo tiempo puede llegar a ser muy peligrosa.

Una de las razones por las que puede llegar a ser peligrosa, es porque la paradoja tiende a resguardar nuestros verdaderos sentimientos, y esto hace que tomemos decisiones que sabemos no queremos o no hay que tomar. 

Veamos un ejemplo muy sencillo. Un grupo de amigos se reúne para hablar sobre una película que acaban de ver, a ti te pareció fatal, pero el resto del grupo comienza a decir que es una película excelente y hablan de lo bien que la pasaron. Cuando te preguntan qué te pareció la película, tú les dices que estuvo bien, aunque por dentro la detestes. En este caso caes en un conformismo por presión de grupo, porque decir que la detestaste te convierte en minoría y tendemos a creer que las minorías son excluidas. 

Sigamos indagando. Al decir que la película te gustó, pero en realidad la detestas, dentro de tu mente chocan dos ideas contrarias, una que te fuerza a pensar que la película fue buena, y la otra —que es lo que de verdad sientes— que fue pésima; a este choque de ideas se le conoce como una distorsión cognitiva. Este desequilibrio de pensamientos puede provocar un poco de ansiedad y de estrés. Entonces ¿por qué cediste? Las respuestas pueden ser muchas, depende de la situación con el grupo, quizá recién los conociste y no quieres que te vean como extraña; quizá está la persona que te gusta y ella dijo que le fascinó entonces quieres agradarle; en fin, puede existir muchos factores que te lleven a eso.

El tema con la película digamos que es “trivial”. ¿Qué sucede cuando lo que está en juego son vidas? ¿O cuando lo que está en juego es mucho dinero? Muchas veces podemos llegar a tomar decisiones por la mera presión del grupo o de la sociedad. Supongamos que en una pareja de novios, la novia queda embarazada. La familia, amigos, iglesia y el resto de la sociedad ¿qué esperaría? Imagino que pensaste en que deben —palabra a mi criterio muy peligrosa— casarse. Él no se quiere casar. Ella tampoco se quiere casar. Es más, ninguno está enamorado del otro, pero se casan. Al pasar los años las cosas empeoran y se divorcian. El día del divorcio ella le dice que en realidad quería criar a su hijo sin casarse, él le dice que tampoco quería casarse. La paradoja de Abilene se repite.

El ejemplo anterior es más común de lo que parece. La pareja se casó por seguir lo que el grupo dictaba aun cuando sus deseos eran otros. No estoy abogando por una falta de responsabilidad, solo estoy haciendo ver algo que a pesar de tener mucho sentido común, no nos damos cuenta.

Otro aspecto donde vemos la paradoja de Abilene, es en el trabajo. Imaginemos que se inicia un proyecto y todos comienzan a decir que es una excelente idea, pero por dentro todos opinan que es una pésima idea, ¿qué es lo que sucede? Existen otros temas que podrían entrar en juego, como lo es la obediencia ciega, pero eso es para otro artículo, por lo pronto con que sepamos que muchas veces seguimos al grupo solo porque una figura de autoridad dice lo que hay que hacer, y como nadie se atreve a contradecirlo, entonces todos siguen la corriente. Uno de los problemas que ocurre en estos casos cuando las cosas salen mal, es que nadie quiere asumir la responsabilidad. No digo que hay que irrespetar la autoridad, pero sí que es importante exponer nuestro punto de vista.

Somos seres humanos, vivimos en sociedad. El deseo de pertenencia nos hace seguir la ruta del grupo, cuando lo que queremos es seguir otra diferente. Cuando estamos en una ruta, que no es la que queremos, tendemos a justificarnos como una forma de echarle ungüento a nuestra consciencia por la oposición de ideas que en ella se libra. 


Lo importante y el mensaje que quiero dejarte es: muchas veces hay que atreverse a ir en contra del grupo para hacer lo que queremos hacer.

iDeo®
2016
Fotografía cortesía de freedigitalphotos.net y debspoons

sábado, 2 de enero de 2016

El lado oscuro del crecimiento personal



Por Abner Huertas




En el año 2007, tomé una de las decisiones más grandes de mi vida: el crecimiento personal. Una decisión de la cual no me arrepiento, pero también de la que he aprendido.

El crecimiento personal es parte de nuestra vida. Algunas personas, con intencionalidad, decidimos hacer cambios en nuestra vida; cambios como: mejorar nuestro carácter, ser más pacientes, ser disciplinados, entre otros. Si lo pensamos por unos minutos, el crecimiento personal es algo bueno, y lo es; aun así —como muchas cosas en la vida— tiene un lado oscuro.

Quizá tú te preguntes: ¿cómo puede tener un lado oscuro el deseo de crecer?; una pregunta válida. Pareciera un cliché —el repetir siempre lo mismo— el decir que debemos crecer, debemos ser mejores personas, debemos ser mejores cada día. ¡¿Quién no quiere ser mejor?! Creo que la mayoría de nosotros, encantes ¿cuál es el lado oscuro del crecimiento personal?.

Como mencioné con anterioridad, es un cliché el que nos digan que debemos ser mejores, el lado oscuro del crecimiento personal viene cuando se presentan las siguientes situaciones:
  1. Cuando te dan el ideal de persona que «debes ser».
  2. Cuando te hacen sentir que tienes algo «mal» o que simplemente tú estás mal y yo “bien”.
  3. Cuando te impide aceptarte tal y como eres.
En lo personal, soy un apasionado por los temas de crecimiento personal, podría decir que por ello también he llegado a conocer su lado oscuro. Crecer es importante, hacerlo de forma correcta es más importante. Por eso quiero compartir contigo estas sombras del lado oscuro del crecimiento personal.

El ideal de quien debes ser

Desde el 2007 para este año, 2015, habré leído —no lo digo por vanagloria— más de 300 libros, de los cuales al menos unos 50 han sido solo de crecimiento personal. Muchos de estos libros me ayudaron a ser mejor persona, pero noto algo interesante: muchos de estos libros te dan un «ideal» de la persona que «debes ser».

Adler, un psicólogo que realizó estudios sobre la personalidad, comenta sobre los peligros de los “debes” y “tienes”.  «Si tú quieres llegar a ser un líder, debes tener estas cualidades…», «Si quieres influir en las personas tienes que hacer esto…», de acuerdo con Adler éstas frases ayudan, sí, pero a generar estrés.

El estrés que genera el no alcanzar un «ideal» de ser, va en detrimento de nuestra persona, afectando nuestra salud. Pensemos por un momento: el “debo cambiar” o “el tengo que cambiar” es una obligación que asumimos aunque no queramos hacerlo; por otro lado, si pensamos en “quiero cambiar porque…” o “voy a cambiar porque…” nos da una perspectiva diferente porque existe el deseo interno de querer cambiar, o como lo diría en mi libro “El Crecimiento de un Líder”, nos da la intencionalidad.

Los «ideales» siempre serán eso: un ideal. Quizá se pueda alcanzar. Quizá no se pueda alcanzar. La vida es como es. 

Tú tienes algo que está «mal»

De la mano del «ideal» está el «tú tienes algo mal». Cuando escuchamos a oradores hablando sobre ser mejor persona, muchas veces hay un mensaje implícito: “Tienes que mejorar porque tú estás mal”; claro que está disfrazado con otras palabras.

A criterio personal, todos tenemos algo que podemos mejorar, pero eso no significa que estemos «mal», significa que somos seres humanos. El ser humano es imperfecto, punto. 

¿Existen personas malas?, sí, pero también existen buenas personas que toman malas decisiones. Una mala decisión no hace mala a una persona. Muchas veces juzgamos a las personas por sus malas decisiones, y las señalamos diciéndoles que “deben” cambiar porque están mal, ¿vas notando el patrón?.

No te aceptas tal cual eres

En una ocasión una persona me decía que quería cambiar su forma de ser porque a su pareja no le gustaba. De nuevo, tomar la decisión de cambiar puede ser muy positiva para nuestras vidas, pero “tener” que cambiar es cosa distinta. 

Asimismo, otra persona me dijo en una ocasión: las parejas que duran más tiempo son aquellas en donde ambas partes ceden menos de cómo son ellas. La libertad de ser tal y cual eres da una sensación que el «tener» que cambiar no da.

La auto-aceptación es una de las herramientas en nuestro poder más importantes para vivir bien y tranquilos. Ojo, hablo de auto-aceptación, no de conformismo. Cuando el deseo de crecer no logra que nos aceptemos tal y cual somos, vale la pena ver los motivos para tal crecimiento.

El crecimiento personal es emocionante. Es una aventura. El lado oscuro del crecimiento personal tiene un objetivo: producirte un estrés y ansiedad innecesaria. El crecimiento personal tiene un objetivo y es intencional. 

Cuando quieras crecer como persona y solo vienen a tu mente frases que lleven un «debes» y «tienes», pregunta si los motivos por los que quieres cambiar son relevantes o no.

iDeo®
Derechos reservados 2016
Imagen de cortesía de freedigitalphotos.net