Por Abner Huertas
En nuestro diario vivir siempre nos encontramos con situaciones felices, realizaciones por lo que alcanzamos y vemos cumplir muchas de nuestras metas; pero también hay momentos en los cuales vemos que nuestra vida pierde el sentido, a veces dejamos de sentir el deseo o las energías para seguir adelante; y es que cada uno de nosotros sabe inconscientemente que cada punto de nuestra vida puede marcar un hito para bien o para aprendizaje; y podemos decir que al conjunto de esas subidas y bajadas son nuestra jornada en la vida.
Si pudiéramos hacer un gráfico de nuestra jornada, veríamos que hay planicies cómodas donde quisiéramos estar por siempre, pero cuando tenemos un sueño, a lo lejos vemos que hay una montaña que escalar, y al llegar a la cima vemos que hay otra montaña más adelante pero para llegar a ella necesitamos cruzar valles y desiertos. Así es nuestra vida cuando tiene un propósito, está llena de victorias cuando llegamos a la cima, pero también tenemos esos momentos de aprendizaje cuando caemos a un desierto o a un valle de desolación.
En un artículo anterior discurrí contigo sobre el sentido, el propósito y el llamado en nuestra vida; estos tres son parte integral de nuestra vida porque nos acompaña en nuestra jornada en cada momento. El sentido en la vida es el valor que le agregamos a cada momento, es encontrar de forma intencional una razón por la cual vivimos independientemente de la severidad de la situación por la que pasamos. El propósito por su parte nos da la dirección que necesitamos, sabiendo que la dirección es como ver al horizonte, que puede que nunca alcancemos pero vivimos caminando hacia él con ánimo. Por último es el llamado que es para hacer algo especifico sabiendo que éste llegará en cualquier momento, en el menos esperado.
Nuestra verdadera jornada inicia cuando descubrimos nuestro propósito, que a pesar de que al principio este no parezca tan claro, porque con el tiempo se clarifica, comenzamos a avanzar. En la medida en la que vamos avanzando en nuestra jornada nos vamos encontrando con esos valles y desiertos de soledad y desolación que nos atormentan, nos decimos a nosotros mismos que queremos tirar la toalla, pero al final tenemos que saber que tenemos el libre albedrío de escoger cuál es el sentido para lo que nos sucede y la libertad de continuar viviendo nuestro propósito.
Lo interesante de ponernos en el camino de nuestra jornada es que al final esta se traducirá en nuestro legado, y por sobre todo en la máxima realización de nuestra vida.
Cuando era un adolescente y veía a otras personas que iban en su jornada me preocupaba por no tener dirección en mi vida. Con forme he ido madurando me he dado cuenta de que muchas veces uno se preocupa antes de tiempo. La jornada toma años, lustros o décadas; en sí, podemos decir que nuestra jornada termina el día en el que morimos, y de nosotros depende el vivirla al máximo.
Cada parte de nuestra jornada tiene un tiempo de duración, y cada momento de gozo y tristeza llegará, pero tenemos que tener la calma y la paz de que alcanzaremos la realización siempre que estemos trabajando en nuestro propósito.
Vivir la jornada en la vida para alcanzar la realización inicia saliendo de ese valle de confort y comenzar a subir la primera montaña, que no te miento, requiere mucho esfuerzo, pero toda la experiencia que adquieres en cada tramo de dolor te da la fuerza y la sabiduría para la siguiente prueba, y lo mejor de todo es que después podrás ayudar a aquellos que vienen detrás tuyo.
¿Estás triste y te alejas por problemas?, quizá estés un valle de soledad, sabe bien que tienes la opción de encontrarle un buen sentido a lo que estás viviendo y que tú tienes la responsabilidad de salir adelante; pero por sobre todo ten presente que esa experiencia será de gran ayuda para futuros valles.
Envejecer es obligatorio, pero madurar es opcional. Maduras cuando vas caminando en tu jornada de la vida y sin importar de que sientas el deseo de abandonarla… siempre te das la oportunidad de continuar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario