sábado, 17 de marzo de 2018

El defensor de Cervantes



 

Publicado originalmente aquí

Preguntas y exclamaciones sin el símbolo de apertura, el uso exagerado de anglicismos —palabras que provienen del inglés—,  comprimir las palabras para formar términos inexistentes, entre otras, son algunos de los horrores en la forma de escribir que veo en el día a día en correos o en documentos entre profesionales.

La influencia de los anglicismos a adulterado la riqueza de nuestro idioma, tanto al escribirlo como al hablarlo.  Es común leer en correos y en la publicidad oraciones que tienen palabras en inglés que bien podrían escribirse en español. Veamos algunos ejemplos: 

  • «El Brain storming es una herramienta eficaz para encontrar…» 
  • «Hay que enviar un meeting para la reunión que tenemos con el sponsor»
  • «Ya averiguaste lo que te pedí???»
  • «Al final del workshop haremos un wrap up»
  • «No se preocupe, tenemos un Project Manager»

Muchas veces se utilizan palabras en inglés para sonar más cool, para que nuestro interlocutor tenga la idea de que estamos diciendo algo de verdad importante, porque con palabras en inglés el producto tiene mejor apariencia, entre otras.. ¿Para qué vamos a  decir  «hagamos una sesión de ideas» cuando se oye mejor, perdón, se oye más cool, hagamos un «brain storming»?

Hablar con términos propios de idiomas extranjeros cuando existen términos en español equivalentes solo porque da una apariencia de más elite, de erudición, de que uno tiene un mejor conocimiento en la materia o porque se oye más bonito es —en mi opinión—  una falta de apreciación por la belleza que da nuestro idioma, o quizás es el desconocimiento de los recursos que nuestra lengua materna tiene a disposición. 

Solo cuando de verdad no existe una traducción al español  —como en los lenguajes de programación o nombres de productos— o es un nombre propio, entonces sí se permite el uso del nombre en el idioma extranjero. Aunque la RAE tiene equivalencias para el uso de nombres extranjeros; además de que existen reglas para su uso.

Así mismo, el uso inadecuado de los signos de interrogación y de admiración es otra muestra de la prevalencia que viene del inglés.  Basta con ver los comentarios y publicaciones en las redes sociales para detectar que son pocas las personas que utilizan el signo de apertura y cierre cuando escriben una pregunta o hacen  una exclamación. Es común ver comentarios cómo: «Qué hiciste?» Cuando lo correcto es: «¿Qué hiciste?». O, algunos comentarios como: No te creo!!! Cuando lo correcto es limitar el número de símbolos de exclamación, así tendríamos: ¡No te creo! La regla gramatical de utilizar solo el símbolo de cierre aplica solo para el inglés.

Un recurso inadecuado que se utiliza es el de la compresión de las palabras. Escribir «X» en lugar de «por», o «k» en lugar de «que». Uno de mis favoritos —y en el que me declaro culpable también, pero estoy en el proceso de eliminarlo— es en el uso de los famosos «ok» o el «pls». No pretendo decir que sea incorrecto utilizar estos últimos, solo quiero que apreciemos nuestro idioma.

Existen otros horrores adicionales relacionados con la ortografía y redacción, pero por el momento reflexionemos sobre la forma en la que estamos valorando nuestra lengua materna al hacer una mezcla exagerada de anglicismos.

Hablar y escribir el español correctamente es una obligación para quienes lo aprendimos de forma nativa. Saber hablar inglés —y bien— también es importante, pero cuando hablamos en español es en español, y cuando hablamos en inglés es en inglés.  Los idiomas son el sonido de la cultura, son el representante de una nación.  Durante los últimos dos años he estado aprendiendo japonés un idioma diferente que me ha enseñado a otorgarle más valor al español.

Decir que soy un experto o un «gurú» en el idioma, es mentir, pero sí he aprendido a apreciar el acaudalado tesoro que tiene nuestro idioma. Por ello tengo en mi haber diccionarios y tesauros. También he cometido, cometo y cometeré faltas de ortografía y de redacción, como todos, pero siempre le doy prioridad al español. A menos de que esté escribiendo en inglés.

Creo que por estar en contra del uso de anglicismos me llamaron en una ocasión: «El defensor de Cervantes».

Por Abner Huertas

 

2018

 

sábado, 10 de marzo de 2018

Comprendiendo a los demás



Freedigitalphotos Franky242

 

Por Abner Huertas

Existe un dicho que dice: «Juzgamos a los demás de acuerdo con nuestras capacidades, pero queremos ser comprendidos de acuerdo con nuestras debilidades». Es decir, cuando juzgamos el actuar de otra persona en temas de habilidades tendemos a hacerlo de acuerdo con lo que nosotros podemos hacer.  La situación cambia cuando somos nosotros los juzgados porque queremos ser comprendidos en nuestras zonas de debilidad.

 

En el artículo «¿Por qué actuamos cómo actuamos?» hicimos referencia a un factor fundamental en la conducta humana: La configuración de nuestro cerebro — la parte biológica— y lo que aprendimos desde nuestra niñez.

 

Gardner hace énfasis en las ocho inteligencias: matemática, lingüística, interpersonal, intrapersonal, espacial, kinestésico y naturalista. Cada ser humano tiene diferentes habilidades o inteligencias en las que una persona puede sobresalir.  Stephen Hawking comentó en una ocasión que siempre habrá algo en lo que uno puede sobresalir.  Así mismo, hay una cita que se le atribuye a Einstein que dice: «Todos somos unos genios, pero si juzgas a un pez por su habilidad de subir un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es un inútil».

 

Es sencillo juzgar a alguien por su inhabilidad para hacer algo, pero es muy difícil aceptar que nos juzguen por nuestras propias inhabilidades.  Al final siempre habrá alguien que haga las cosas mejor que uno, pero también nosotros podremos hacer las cosas mejor que alguien más.

 

Para comprender las habilidades y falta de las mismas en las demás personas solo necesitamos un poco de intencionalidad. En lugar de ver en donde no es bueno, hay que ver dónde si lo es. Por esta razón en los círculos académicos  y científicos se conforman grupos interdisciplinarios donde se reúnen a personas con diferentes habilidades para resolver un problema. 

 

Recuerda siempre que para ser comprendido primero hay que saber comprender. Recuerda también que todos tenemos una habilidad que puede generar un cambio positivo en nuestro entorno.

 

2018®

sábado, 30 de diciembre de 2017

Nuestra fragilidad



 

Nuestra Fragilidad

Durante el último mes del 2017 llegó a mi poder un libro que afianzó mi sentir por aprovechar cada momento de mi vida al máximo. El libro se llama «No hagas daño», el autor es un neurocirujano inglés llamado Henry Nash. 

El Dr. Nash escribe sobre su experiencia en el quirófano. Por más de 35 años ha tenido la oportunidad de ayudar a la recuperación de muchas personas, pero al mismo tiempo de su imperfección como ser humano al fracasar en muchas de ellas; en innumerables ocasiones el fallo fue debido a que el estado de la persona impedía una operación exitosa, pero en otros fue error humano.

A lo largo del libro el Dr. Nash describe con detalle como una persona puede estar bien un día, y al día siguiente saber que su vida va a cambiar debido a algo que hay en su cerebro y que requiere operación.

Muchas personas que van a consulta tienen el anhelo de saber que están bien, para muchas esas noticias llegan, para otras no. Muchas veces nos creemos intocables, pero la verdad dista de esto, todos nosotros tenemos algo en común: nuestra fragilidad como seres humanos. Los acontecimientos malos le ocurren a los demás hasta que nos toca sufrir a nosotros.

 Richard Dawkins nos hace ver en su libro «Destejiendo el arcoíris»  que el saber que todos vamos a morir algún día nos hace ser los más afortunados. Un día estaremos en la cima de nuestra fortaleza, pero llegará el día en el que ya no. Es por ello que vivir al máximo cada día es importante. Tú vas a morir algún día. ¿Cómo? No lo sé. Tú tampoco.

 Lo único que tenemos en nuestro control es vivir al máximo, dejar un mejor mundo para nuestras futuras generaciones, intentar hacer el mínimo daño a los demás, y ser feliz con lo que tenemos.

 Toma en cuenta esto: mientras tú respiras, alguien está dejando la vida; mientras tu disfrutas un trozo de pan, alguien más está muriendo por falta de alimento; mientras tú ríes alguien más quiere hacerlo.

 En nuestra fragilidad podemos hacer de nuestra vida una sinfonía de alegría. Todo depende de cómo quieres ejecutar la melodía.

iDeo

2017® 

lunes, 16 de octubre de 2017

Yo elijo






Durante el año 2012 Roberto, un empresario respetado de su ciudad, se encontraba entre una de las situaciones más difíciles en su negocio. En los últimos años había experimentado temporadas altas; y también temporadas bajas. Sin embargo ninguna de sus anteriores temporadas bajas podía compararse con la situación que estaba viviendo.

Para un empresario el flujo de dinero es importante, y Roberto veía como mes a mes los ingresos se reducían; esto lo comenzaba a llevar a una encrucijada, debía tomar una decisión: lo sigo intentando o renuncio.

Al igual que Roberto todos experimentamos temporadas “altas” y temporadas “bajas” en nuestra vida. Las temporadas altas son las mejores, quisiéramos permanecer ahí en lo alto, sin mayores problemas, podría decirse que todo está saliendo según lo planeado.

Pero es en nuestras temporadas bajas donde vienen las decisiones más relevantes de nuestra vida. Y es donde sin decirlo de forma explícita hacemos una elección y decimos “yo elijo..” Y actuamos conforme a lo que dijimos.

En este momento señalamos nuestras temporadas bajas, pero en cualquier momento que debemos tomar una decisión decimos esa frase: “Yo elijo..”.  Y el “yo elijo” desencadena una serie de actitudes que tomaremos encaminada a esa forma de pensar.

Es mi propósito que juntos descubramos dos tipos de elecciones que hacemos ante diferentes situaciones de nuestra vida.  Nuestras decisiones definen el futuro que tendremos. Nuestras decisiones dictan cuales son nuestros valores. Nuestras decisiones también definen nuestro carácter. Pero por sobre todo la elección que hagamos será un reflejo de lo que hay dentro de nosotros.

Roberto se enfrentó ante dos elecciones: Lo intento nuevamente o renuncio permanentemente.  Roberto dijo: “Yo elijo intentarlo nuevamente”. Su elección lo llevó a que su mente trabajara en posibles soluciones.  En estos momentos logró salir adelante de sus problemas.

Imaginemos por un momento si Roberto hubiese dicho: “Yo elijo renunciar permanentemente.”, Imagina por un momento nada más, sus acciones hubiesen sido todo lo contrario, se hubiera saboteado a él mismo, y estoy convencido que muchos años después él se arrepentiría de esa decisión.

Tú al igual que Roberto también puedes tomar esas dos decisiones. La elección que tomes dependerá de tus pensamientos. 

Abner Huertas

2017®

martes, 20 de junio de 2017

Horas perdidas en el tráfico







Aún recuerdo los días cuando tenía más tiempo, al menos hablando de forma figurada. Aquellos días en los que podía salir de mi casa a las 6:45am y llegar a mi lugar de trabajo en media hora. Al salir, cuando podía a las 17:00 podía estar en casa a las 17:45. ¡Tenía más tiempo! Tiempo para pasar con la familia, para leer o para entretenerme en mis pasatiempos, pero como todo en la vida… esto ha cambiado.

Ahora para llegar en media hora a mi trabajo tengo que salir a las 6:00. Si salgo a las 17:00 llego a mi hogar a las 18:45… una hora más tarde, una hora adicional de mi vida perdida en el tráfico.
¿Has sentido que pasas mucho tiempo en el tráfico?

En mi país —Guatemala— los datos estadísticos indican que cada año el parque vehicular se incrementa en un 14%. La realidad es que —aunque no nos agrade— el tráfico es un problema que no está en nuestras manos solucionar; al menos no del todo.

Existen dos factores importantes a considerar cuando hablamos del tráfico: la geografía y la psicología del conductor. La primera se refiere a la estructura de las carreteras, en especial a la capacidad para la cual fue diseñado el parque vehicular. Así que no es inusual que la capacidad de las carreteras está ya excedida.

El otro factor se refiere a la psicología del conductor. En este punto es donde quizá tenemos un poco más de control. Al hablar de la psicología del conductor podemos mencionar sobre: la educación vial, la percepción y el nivel de riesgo; es de éste último donde la mayor parte de los problemas pueden ocurrir.

La verdad es que nunca se nos ha enseñado a conducir en el tráfico, al menos no de forma magistral. Todas nuestras actitudes son aprendidas. Cuando vamos conduciendo aprendimos a frustrarnos, a enojarnos e inclusive a maltratar a otros conductores… aquí es donde también viene la percepción.

Hay dos formas sobre cómo percibimos la realidad: la objetiva y la subjetiva. Muchas veces nos dejamos llevar por la realidad subjetiva; ésta es la que nosotros percibimos como cierta —aunque puede no serlo. Es por eso que pensamos que nosotros somos quienes tenemos más derecho de vía, o que los demás no saben manejar y por eso van muy lento. «Ese cuate por qué no se apura… yo ya hubiera pasado» esto es percepción.

En la percepción subjetiva también entran las buenas propuestas que lanzamos al aire: «el alcalde debería hacer…», «ahí lo que se tiene que hacer es….», pero si nos detenemos a pensar en una realidad objetiva… ¿estas opciones son de verdad viables?¿O en realidad solución el problema?

La realidad es que la población seguirá en aumento y esto conlleva al incremento en vehículos. Esto es una realidad —objetiva— en muchos países. Tan solo haz una búsqueda.

Ahora qué hay con el riesgo. Pues bien, dependiendo del nivel de riesgo de una persona tomará acciones al conducir, como: bocinar, meterse «a la fuerza» a otro carril. Entre menos sensible sea una persona al riesgo, más probabilidades tiene de tomar decisiones al volante que pueden desencadenarse en un accidente. Muchas personas tienen la creencia que las peores cosas —como un accidente— solo le ocurren a los demás, pero esto es falso. Tú tienes la misma probabilidad de sufrir un accidente de alguien quien ya lo sufrió.

¿De qué nos sirve saber todo esto? Pensemos por un momento: como seres humanos somos seres emocionales, al ir en el tráfico vamos a experimentar desde enojo, frustración, desesperación… pero también podríamos experimentar un poco de calma, y por qué no, relajarnos un poco. Conocer que en lo único que tenemos control es de nosotros —nuestra psicología—, y no de la variable geográfica, nos da el conocimiento para calmarnos.

¿Horas perdidas? Puede ser… todo depende de cómo lo percibamos. Sí, habrán horas perdidas, no podemos evitarlo, pero también pueden haber horas ganadas… ¿cómo? Sé creativo y descúbrelo.

Por Abner Huertas.

2017®