Por Abner Huertas
Siempre he creído que es más fácil tomar decisiones que tener la disciplina en seguirlas, y definitivamente esto es un hecho. ¿Cuántas decisiones has tomado?, de esas decisiones ¿Cuántas has tenido la disciplina de llevarlas a cabo?, creo que las decisiones tomadas superan a aquellas que en las cuales hemos tomado la disciplina en seguir.
La disciplina es uno de los engranajes principales para alcanzar nuestras metas, sin ella el pronóstico es sencillo, no lo lograremos, pero si somos disciplinados la probabilidad de lograrlo se incrementa, porque estamos haciendo todo lo que esté bajo nuestro control. Ahora la pregunta que yo me he realizado es, si realmente anhelamos alcanzar alguna meta por la cual nos hemos decidido, ¿Por qué nos cuesta tanto desarrollar disciplina?
A veces he pensado que una de las razones es porque realmente somos muy acomodados, pareciera como si nuestro cerebro se programa para seguir un patrón aprendido y le cuesta desaprender algo que a la larga le va a dar un mejor beneficio. Por eso considero que algunos de los retos que tenemos son: vencernos a nosotros mismos y vencer esta desidia que nos impide ser disciplinados y que evita que crezcamos como seres humanos.
Una de las excusas que comúnmente empleamos para inhibir nuestra falta de disciplina es decir que no nos sentimos motivados, es como si a veces quisiéramos tener un grupo de porristas que nos diga, ‘¡Vamos adelante tú puedes!’, pero la realidad es que no siempre la tendremos, por no decir ¡nunca la tendremos!, pero lo que sí está de nuestro lado es ser disciplinado.
Quizá me has escuchado o mejor dicho, has leído que anteriormente expreso que la motivación no da la disciplina, sino que es la disciplina la que da la motivación. Si es motivación la que te falta, primero aprende a ser disciplinado.
Déjame darte un ejemplo. Cuando escribí mi primer libro “El Crecimiento de un Líder”, veía el hecho de escribir 45,000 palabras como algo muy lejano, me encantaba la idea de escribir pero sinceramente habían días que no me sentía “motivado” porque veía que nunca alcanzaría a escribir tal cantidad de palabras, sin embargo, a pesar de que no me sentía “motivado” comenzaba a escribir aunque sea un mínimo de 200 o 500 palabras. Al pasar los días veía que el libro iba comenzando a tener forma, y fue ahí donde me comencé a sentir realmente motivado, porque poco a poco veía que la meta se acercaba.
El mismo ejemplo anterior se aplica a otras situaciones, como cuando vas a participar en una carrera, digamos de 10 kilómetros, a los cinco kilómetros muchos ya quieren desistir, pero cuando ven que la meta se va acercando pareciera como si se adquirieran nuevas energías, lo que nos lleva a eso fue haber tenido la disciplina de continuar a pesar de que ya no queríamos.
¿Cuáles son las metas que quieres alcanzar?, ya lo sabes, el esfuerzo de tomar la decisión de alcanzarlas es prácticamente nulo, sólo tienes que decir lo voy a hacer; pero la disciplina requiere esfuerzo y dedicación, por eso es un reto que pocos se esfuerzan por vencerlo. En la medida que tú vayas avanzando, aunque sea milímetros día a día, poco a poco te irás dando cuenta que te estás acercando y es ahí donde te sentirás realmente motivado.
Una palmada o unas palabras de amigos motivan, pero es una motivación pasajera. La verdadera motivación es fruto de la disciplina, porque como te decía anteriormente, habrán días en los que no te sentirás motivado a avanzar en tus metas, pero si haces el esfuerzo con disciplina tendrás mayor probabilidad de lograrlo.
La disciplina no es la única herramienta para alcanzar tus metas, hay otros factores externos que pueden ser beneficiosos o no, como las intenciones de otras personas que maliciosamente podrían frenarnos, pero lo que sí es cierto es que la disciplina es la clave para que, independientemente si alcanzas o no tu meta, puedas decir ¡lo hice y lo intenté! en lugar de llegar a pensar ¡¿Por qué no lo intenté?!
¿Te atreves a ser disciplinado?
Foto cortesía de freedigitalphot.net y stockimages
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